"La vida entera puede ser sugerida por el temblor de una hoja."
Federico Fellini

lunes, 11 de febrero de 2008

Los versos de Rubén


En la foto, mi mamá, maestra arrodillada; yo, con bigudíes, y padres y niños de la escuela rural de Fuentes, Sante Fe, donde me llevaron para que supiera qué cosa es "el campo" y dejara de llorar.

Empecé a escribir a los tres años. Mi mamá era maestra rural, mi hermana mayor ya iba a la escuela y le esribía cartas. Yo garabateaba papeles, envidiaba, deseaba, clamaba por hacerme oir. Muchas veces lloraba hasta ahogarme y un nudo en la garganta me impedía decir algo (tal vez la memoria corporal de mi nacimiento, envuelta hasta la asfixia por el cordón umbilical). Mis tíos me ponían bajo la ducha de agua fría. Mi padre me abrazaba y me distraía con otras cosas. Mi abuela sostenía mi mano, con firmeza y calor. Pero yo... no sabía escribir cartas. ¡Qué fastidio, qué rabieta cada tarde, junto a la mesa donde mi hermana hacía los deberes! Y a veces, hartos, los grandes se reían, y una voz burlona (cariñosa, sin duda) me repetía "La princesa está triste. ¿qué tendrá la princesa?". Los hepasílabos aquellos -como otro cordón umbilical menos asfixiante- me ataron y me liberaron, porque con ellos pude escribir un primer verso, torpemente:
Mimamatanelcampo/dondetamimama. Son los mismos de La vecina del río. Gracias a ellos, tal vez, fui llevada al indecible "campo", donde la ilusión se hizo conocimiento y verdad.


Defiendo la musicalidad del verso y la irrealidad de la poesía, verdad y artificio capaz de actuar sobre el ánimo. En especial, la música del verso me parece semejante a la pauta del canto de los pájaros (hay una investigación muy curiosa que reproduzco acá). El continuo musical de la frase es una suerte de gesto espontáneo, valioso; su cultivo está ligado a la sobrevivencia de la subjetividad (ver Guatari-Deleuze, "Las tres ecologías"); la estructura sonora del verso dice esas verdades que no pueden comprobarse pero renuevan la vida; es como la melodía, en la música, que supo redimir Piazzolla, y que otros transgresores del tango transgresor echaron al olvido.

En alguno de sus poemas Alberto Girri escribió que "el verso debería tener, como la música, las virtudes de la esperanza". La esperanza y la ilusión...
Interpreto que el ritmo del verso, al repetir una pauta acentual y una medida recurrente, sugiere que esa repetición continuará, y crea una expectativa que afirma la expresión (lo que se dice, lo que se está sosteniendo). Hay una suerte de demora temporal, un sostener lo dicho, hacerse cargo. El sentido vuelve sobre el que habla o lee y es puesto a prueba una vez y otra.

La repetición es condición creadora, porque nos pone ante nosotros mismos, nos convoca, nos trae al presente, es un pensar sostenido, crítico y deseante. Buscamos algo: la frase, como verso, no está cerrada, seguimos anhelando una verdad, un corte con el lugar común, llegar a lo imposible, desbaratar el prejuicio, el hábito que nos enclaustra en otra clase de repetición, la vida del autómata. ¿Es la verdad lo que queremos llegar a decir? ¿Es algo ignoto, negado, sometido? Podemos romper la pauta rítmica (como en el caso del mismo Girri) y cantar/hablar/musitar/escribir/pensar con otros ritmos inesperados, pero el corte del verso previo al punto final será siempre la voluntad de silencio, de escucha.

Nos escuchamos. Y a veces, hasta nos reímos y descubrimos el absurdo en lo que acabamos de afirmar. Porque a menudo el humor nos hace distanciar de esos dichos que repetimos espontáneamente (inconscientemente, tal vez, o robóticamente, también). Es el humor o el espíritu crítico, o el pensamiento a la deriva, con sus enlaces lógicos, sus absurdos regocijantes, sus deducciones e intuiciones. Muchas veces el próximo verso es la burla del anterior. O su opuesto. Como si en el poema hubiera gente conversando, contradiciéndose, amándose, repitiéndose, divirtiéndose y distanciándose; entonces surge una tensión constante que cabalga entre los versos y las palabras, se concentra en los silencios, y está lista a estallar en cualquier momento, inesperada. Por lo inesperado hay que saber esperar, tener esperanza.


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