Precisamente, las inmobiliarias encontraron un nicho, un nido, en el espanto de la intemperie y la nostalgia del agua mater. Pero en este momento el mundo parece sacudir el cemento y amenaza con repartir escombros. Me atrevo a copiar acá el final de La Vecina del río, el poema donde dialogo con las inmobiliarias que hicieron de la costa de mi infancia un paredón de basura. Copio el fin del poema, me divierte haber soñado una rebelión de las aguas:
Del hueco del no ser, estando
puede brotar la masa ígnea del centro de la Tierra
que hace bullir al océano en las profundidades (dicen).
Del hueco, del vacío, los biguás
enfrentando
el aire del oeste
regresarán
a planear sobre el río.
Hasta que un mundo
de otro mundo
inunde al desolado
escardando los yuyos de las inmobiliarias
y carpiendo la tierra
para quitar raíces, capital, intereses
al tirar de la red
que arrastran los caballos, en la playa desierta
puede brotar la masa ígnea del centro de la Tierra
que hace bullir al océano en las profundidades (dicen).
Del hueco, del vacío, los biguás
enfrentando
el aire del oeste
regresarán
a planear sobre el río.
Hasta que un mundo
de otro mundo
inunde al desolado
escardando los yuyos de las inmobiliarias
y carpiendo la tierra
para quitar raíces, capital, intereses
al tirar de la red
que arrastran los caballos, en la playa desierta
1 comentario:
Hebe, me encanta este poema tuyo. Esto de los bienes raíces! Un tema a ser sacudido. La poesía puede. Un abrazo. Amanda.
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